Astrología de la Reencarnación
Actualmente la comunidad astrológica suele aceptar que los
nodos de la Luna representan la clave para la comprensión de
nuestra vida presente como parte de un hilo continuo. Muchos
astrólogos creen que los nodos tienen incluso más
importancia que el resto de la carta astral. El conocimiento
de las posiciones solar, lunar y nodal puede revelarle a un
experto cualificado toda la vida de un individuo.
A un cierto nivel estos nodos revelan el camino que está
siguiendo la vida de un individuo en el presente, mientras
que el resto del horóscopo no hace sino añadir una
información adicional sobre cómo se va a hacer el viaje. Es
precisamente a través de los nodos que la astrología
occidental es capaz ahora de efectuar su primera incursión
en la tarea de relacionar esta ciencia con el concepto hindú
de la reencarnación. Los nodos representan las relaciones de
causa y efecto mediante las cuales uno dirige su vida.
Marcan la diferencia entre la astrología mundana y la
espiritual.
Aquí encontramos nuestras primeras claves sobre por qué se
manifiesta como lo hace en el resto de la carta astral. La
personalidad y la vida del individuo tienen muy poco
significado si no son vistas en el ámbito de un contexto
mucho más amplio. Los nodos sitúan al individuo en la
escalera que asciende al cielo, en la medida en que definen
las lecciones kármicas que él ha elegido aprender durante
esta vida. En consecuencia, sus juicios y tribulaciones
empiezan a tener un nuevo significado cuando se les
considera como capítulos relacionados entre sí, dentro de la
historia del crecimiento continuo de su alma.
El individuo ya no queda aparte del mundo sino que, al
contrario, forma una parte importante dentro de la evolución
del mundo. Todo lo que piensa y hace es, en último término,
una contribución kármica al mejoramiento de su alma, la cual
- una vez alcanzado su nirvana definitivo - representa un
progreso en el mundo que ha ayudado a crear.
El hombre siempre quiere saber el porqué. Y siempre se
vuelve hacia la historia para hallar respuesta a la
suposición de que todo efecto tiene una causa. La posición
de los nodos enlaza al hombre con su pasado y apunta al
camino que seguirá en su futuro. Cuando el hombre es capaz
de establecer las raíces de su pasado, empieza a
experimentar la existencia de un hilo de continuidad que le
hace sentirse con más seguridad en su caminar hacia el
futuro.
De hecho, los nodos son puntos del magnetismo del alma, uno
de los cuales arrastra hacia el futuro, mientras que el otro
procede del pasado. El proceso al que llamamos vida consiste
en armonizar ambos de manera feliz para el individuo, puesto
que su encarnación presente es un símbolo de su transición
del pasado al futuro.
La prioridad de un nodo sobre otro no es una constante.
Hasta que el nodo sur no haya alcanzado su más alto nivel
posible, el individuo encontrará menor recompensa en el nodo
norte de lo que espera. Como el nodo sur representa una
culminación de características del comportamiento durante
muchas vidas, sólo consiguiendo una progresiva evolución de
tal comportamiento estará preparado el individuo para
beneficiarse de su nodo norte. En caso contrario, su
aproximación al nodo norte sería negativa. Pero si se
esfuerza por superar las formas en que su nodo sur lo está
limitando, entonces encontrará una guía divina en las
sorprendentes bendiciones que le ofrece su nodo norte.
El Nodo Sur
Simboliza el pasado del hombre. No se trata del simbolismo
de una encarnación pasada, sino más bien de una combinación
de acontecimientos, ideas, actitudes y pensamientos
procedentes de cada encarnación, cuyos efectos acumulados no
resueltos han creado la vida actual.
Los modelos de comportamiento más profundamente arraigados
se encuentran aquí en el punto del cenit del trabajo de
siglos y milenios del hombre sobre sí mismo. En la vida
actual puede hacer bien poca cosa para alterar el equilibrio
alcanzado después de tantos años de entrenamiento y
costumbres adquiridas. Por esta razón, el hombre muestra la
tendencia de permanecer en su nodo sur, como en una especie
de cómodo pasado con el que se siente bastante
familiarizado. La casa que se construye en esta vida
descansa únicamente sobre las bases que él mismo creara con
anterioridad.
Para algunos, el nodo sur puede ser limitativo, mientras que
para otros cuyos fundamentos pasados son firmes y amplios,
puede ser el factor capaz de conseguir que la vida actual
alcance unos logros máximos.
Cuando se entra a iniciar una nueva vida, las posibilidades
de tal situación se verán aumentadas o disminuidas por todo
lo que haya pensado, dicho y hecho durante todo el tiempo
anterior. La ficha kármica del tiempo pasado configura los
escalones concretos sobre los que el hombre se eleva con
paso firme, o sobre los que desciende con pies inseguros.
Al margen de los caminos que hayamos seguido, el curso de
este nodo sur nos deja abiertos al residuo kármico que llega
hacia nosotros procedente del pasado. Miramos constantemente
hacia el futuro y rara vez nos detenemos para examinar los
efectos de todo aquello que hemos creado, hasta que tales
efectos surgen delante de nosotros, obstaculizando nuestro
camino. Las huellas que hemos dejado siguen ahí,
simbolizando los hábitos de vidas enteras, de modo que
indican el camino de menor resistencia probable. De hecho,
los aspectos más negativos de un individuo son aquellos que
él ha permitido que siguieran fermentando en su alma durante
milenios. El trata de recomponer los fragmentos de su pasado
profundamente enraizado con la esperanza de que configurará
los bloques sobre los que podrá basar su futuro.
Sucede con demasiada frecuencia que el propio pasado implica
al individuo en una clase de curiosa fascinación,
hipnotizándole de tal modo que es capaz de regresar a
antiguos métodos de comportamiento, con lo que se olvida de
la razón para investigar en su pasado, dejando de lado el
verdadero propósito de su existencia, en lugar de
considerarlo como el medio para alcanzar el fin que deseaba
originalmente. El nodo sur puede ser como arenas movedizas:
seguras mientras únicamente se mire hacia ellas y no se den
pasos físicos en esa dirección. Un paso dado en la dirección
del nodo sur significa, casi con toda seguridad, sumergirse
en recuerdos largamente comprimidos, de los que puede tardar
muchos años en librarse, aun contando con la ayuda de otra
gente.
Resulta interesante observar que la curiosidad del hombre,
que es precisamente uno de sus valores más formidables,
puede convertirse también en su mayor enemigo, ya que, a
medida que los pequeños fogonazos de su nodo sur llegan a su
mente consciente, su propia curiosidad insaciable le obliga
a volverse hacia atrás y retroceder para buscar más cosas.
Para quedar bien con su pasado busca algo más que una simple
comprensión intelectual. Al desear experimentarlo
intuitivamente, relacionarse emocionalmente con él, tocar y
percibir la realidad de su pasado, el hombre lo convierte
inadvertidamente en la realidad de su presente.
En tal caso, y sin saberlo, se ha arrojado de pronto en
brazos de una zona regida por otro tiempo, el de su pasado.
En esencia, ha reprogramado su computadora, pero el cambio
es tan sutil que él ni siquiera se da cuenta de ello, hasta
que las admoniciones de quienes le rodean le permiten darse
cuenta de que su comportamiento funcional resulta inadecuado
para el tipo de vida que él es aquí y ahora. Así pues, el
nodo sur debe ser utilizado como el banco de memoria de los
grados que ya se han vivido, y de los que el individuo tiene
que alejarse, extrayendo siempre de su pasado, pero no
regresando jamás a él, a menos que hayan fuertes
conjunciones planetarias que así lo aconsejen.
El Nodo Norte
Es el símbolo del futuro. Representa una nueva experiencia
que aún no ha sido intentada. Para el individuo, eso
representa el nuevo ciclo que él ha estado buscando. Al
llevar consigo todas las aprensiones de lo desconocido y
enfrentándose a experiencias nuevas, esta posición nodal
aporta una curiosa atracción magnética que empuja a las
almas hacia su crecimiento futuro.
Hay providencia divina en el hecho de intentar algo nuevo, y
en tal caso el individuo recibe una gran ayuda por sus
esfuerzos. En los niveles más profundos de su ser, él
percibe un sentido de dirección. El propósito de su vida le
impulsa a pesar de todos los obstáculos. De hecho, esta
posición nodal es como un cuerno de la abundancia lleno de
tesoros, capaz de ofrecer un beneficio tras otro a medida
que cada obstáculo se convierte en un peldaño que simboliza
el crecimiento futuro.
Simboliza igualmente la máxima área de expresión que se
puede alcanzar en la vida actual y, en consecuencia, se debe
interpretar de la mano de las más altas cualidades del signo
y la casa en la que está situado. Al principio, las nuevas
experiencias parecen solitarias, cuando el individuo todavía
está inseguro de sus pasos. Pero no tarda en darse cuenta de
que, para que las pruebas de valor a las que se somete
tengan algún significado, debe afrontarlas solo en lo más
profundo de su ser, allí donde cada nueva aventura que
afronta le encuentra desplegando el carácter singular de su
propia y única experiencia. La novedad de todo ello crea una
fascinación peculiar para el individuo.
El ve siempre ante sí dicha fascinación como si fuera la
tradicional zanahoria colocada delante del burro, pero cada
vez que ha creído alcanzarla, se da cuenta de que surgen
nuevas y elevadas posibilidades, lo que le exige dar nuevos
pasos, hacia adelante, someterse a mayores pruebas,
experimentando un mayor deseo de continuar adelante. Pero el
hombre no puede alcanzar su nodo norte hasta que aprenda a
desprenderse de su pasado, ya que este pasado representa los
grilletes de su prisión kármica. El nuevo ciclo del nodo
norte presenta así un nuevo problema que no ha sido
afrontado todavía. Es el descontento del hombre con la forma
antigua y decadente de su pasado, junto con el gran deseo
que siente por descubrir y explorar su más elevado potencial
en el futuro.
A cada paso que da, empieza a sentirse cada vez mejor
consigo mismo. Su vida adquiere un nuevo significado a
medida que experimenta posibilidades que hasta entonces ni
siquiera había considerado. Pero el hombre no alcanza su
nodo norte hasta no haber viajado previamente a los más
elevados niveles kármicos de su nodo sur. Debe aprender a
abandonar los hábitos negativos y los recuerdos que ya no
sirven para un propósito útil en su vida. Debe estar
dispuesto a caminar por senderos jamás hollados antes por
él.
La característica más extraordinaria del nodo norte es que,
por mucho que el hombre avance en él, siempre queda mucho
más por alcanzar, ya que representa la espiral que se eleva
permanentemente hacia Dios.
Reencarnación y Karma
La mística de la reencarnación ha sido durante
siglos objeto de fascinación para las mentes
curiosas. Desde el origen del tiempo el hombre
ha especulado con la posibilidad de que la vida
sea un hilo continuo, de tal modo que los
procesos del nacimiento y la muerte sólo sean
fases que se mueven desde un nivel de existencia
a otro. Toda vida es cambio y todo cambio es
vida, pero la vida eterna es la que los antiguos
maestros prometieron y dentro de este ámbito de
la vida eterna todo cambia aunque nada cambie.
¿Cuál es la realidad de la existencia del
hombre? ¿Acaso es su vida física, sus actos, los
principios que defiende, o hay algo mucho más
sutil que crea y recrea la vida humana? Nuestros
sentidos pueden engañarnos fácilmente. Un
hermoso diseño arquitectónico sólo es tan real
como la idea que lo creó, porque en algún punto
del tiempo y el espacio la estructura simbólica
dejará de existir, aunque la idea que la creó
continuará existiendo eternamente. El profeta
Nostradamus escribió gran cantidad de páginas
físicas, muchas de las cuales fueron quemadas o
se perdieron. A pesar de todo, las ideas de esas
páginas han sobrevivido. Tal es, pues, la
substancia de la vida eterna.
La idea que tienes de ti mismo es tu yo real, no
el yo tal como lo ven tus familiares, amigos y
vecinos. El yo real no es tu cuerpo físico, por
lo que no puedes aceptar que sus efectos
finalicen en el límite de la piel.
EI tiempo no existía cuando tú no existías y el
tiempo no existirá cuando tú dejes de existir.
Pero parte de
ti cambiará porque durante tu vida eterna
pasarás por unas transformaciones interminables
a medida que
tu alma viaja hacia la perfección, tal como
sucede con la oruga y la mariposa. Para una
oruga, encerrarse
en el capullo es la muerte, pero para la
mariposa se trata simplemente de pasar de una
forma física a otra, sin perder su propia y
verdadera esencia en el proceso. En el antiguo
Egipto, los cuerpos de las almas difuntas eran
sepultados con sus posesiones más queridas, de
modo que pudieran sentirse cómodas durante el
largo viaje. Desde hace muchos años en la India
los cuerpos se quemaban para que el alma pudiera
elevarse sobre las cenizas hacia Brahma,
entendiéndose que la caparazón física era sólo
el templo en el que se aloja el alma. Parecen
saber que el mismo pensamiento que fue capaz de
crear tal templo, también lo será de crear
nuevos templos a medida que el alma los
necesite.
Se ha informado sobre la aparición de espíritus
desde el principio de los tiempos,
indiscriminadamente, en todas las naciones del
globo. El hombre escucha voces, recibe mensajes,
ve formas espirituales y, en algunos casos,
incluso experimenta contactos con sus vidas
anteriores.
La persona escéptica considerará que todo esto
no es más que el producto de una mente
desequilibrada, pero resulta que hay demasiadas
ocasiones en que las pruebas sobre la existencia
de otras formas de vida son tan substanciales
que hasta la mente más crítica se ve obligada a
detenerse y a hacerse preguntas. El proceso de
la vida eterna se ve no sólo como plausible,
sino de hecho como la única explicación lógica,
precisamente allí donde fracasan todas las
explicaciones científicas.
Sabemos que los bebés nacen con personalidades
definidas, que ya exhiben como tales durante los
primeros días pasados en el hospital. A menudo
estas personalidades son muy distintas,
despliegan características únicas y son
inexplicablemente contrarias a la herencia que
pudieran traer. En la India se han registrado
numerosos casos de niños capaces de hablar
dialectos extraños, distintos a los que les
enseñaron sus propias familias.
De vez en cuando observamos casos de talentos
innatos verdaderamente notables. Mozart por
ejemplo, dio su primer concierto a la edad de
cuatro años, superando en mucho cualquier clase
de conocimientos musicales que hubiera podido
obtener durante los primeros cuatro años de su
vida. La única explicación posible sobre tan
elevado desarrollo musical es que fuera el
resultado de varias vidas y que alcanzara la
cúspide de su expresión precisamente en esa
encarnación.
Sería difícil explicar el talento de Miguel
Angel si pensáramos que lo había obtenido sólo
durante una vida, sin haber sabido anteriormente
nada de arte.
Aquellos talentos naturales que uno posee sin
necesidad de que nadie se los haya enseñado
suelen ser cosas que uno ha ido elaborando antes
de la encarnación actual.
Consideremos el caso de Edgar Cayce, nacido con
el don natural de la clarividencia y la
percepción extrasensorial. Cuando aún no era más
que un jovencito, un día se suponía que debía
estar leyendo un libro determinado como parte de
las tareas a realizar en casa. No obstante, se
durmió en el suelo, utilizando el libro a modo
de almohada. Después de despertarle, su padre
estuvo a punto de castigarlo por no haber hecho
sus deberes, pero Cayce le dijo: «Sé todo lo que
dice el libro. Sé de qué se trata.» Cuando su
asombrado padre lo interrogó, el joven Cayce
contestó todas las preguntas como si en realidad
hubiera leído todo el libro en cuestión. ¿De
dónde pudo proceder tanto talento?
En el terreno de las fobias que se resisten
tenazmente a todas las formas de tratamiento
psiquiátrico, descubrimos que la raíz de tal
temor extremo se halla profundamente implantada
en el alma, aunque ahora continúe sólo como un
residuo, y a pesar de que el individuo ya ni
siquiera recuerde conscientemente la razón de
tales fobias. Todo lo que necesitaría
experimentar para desatar fobias de ese tipo
sería una forma de impresión sensorial que le
recordara al subconsciente del individuo una
encarnación pasada durante la cual pudo haber
experimentado una razón adecuada capaz de
explicar su temor actual. Enterrados en los
recuerdos del alma se hallan los negativos de
las imágenes de cada uno de los acontecimientos
por los que ha pasado cada alma. Todo lo que se
necesita son destellos de luz capaces de enfocar
esos negativos, de tal modo que tengan la
capacidad para afectar al individuo en su vida
actual.
La psicología moderna, sin poseer una
comprensión real de la reencarnación, intenta
tratar a los pacientes que sufren de fobias por
medio de un proceso que llaman «desensibilización».
Confían en que, al desensibilizar al individuo,
alcanzarán finalmente un estado de menor
reacción ante los estímulos. Evidentemente, el
precio a pagar es que el paciente se ve
desensibilizado a todos los estímulos, en lugar
de los pocos cuyo origen actual se encuentra en
los negativos de su vida anterior.
Al comprender cómo reacciona un individuo ante
el tiempo, obtenemos la primera clave de porqué
son tan difíciles de superar los temores y las
fobias. Resulta razonable esperar que un estilo
de vida perpetuado como un hábito durante tres o
cuatro encarnaciones, exija a los psicólogos de
cuatro a cinco años de tratamiento antes de
empezar a ver con cierta claridad.
En el deseo subconsciente de hallar una vida
mejor, los individuos muestran una fuerte
tendencia a comprimir el tiempo. En esencia,
resulta que un problema crónico experimentado en
una vida anterior, y que pudo haber durado
treinta o cuarenta años, una vez surgido en la
vida actual como un residuo que aparece
estimulado por un acontecimiento o percepción,
queda comprimido de tal modo que aquel lapso de
experiencia tan prolongado resurge
simbólicamente durante un período de vida
relativamente corto. Se expande, entonces, de
tal modo la emoción producida por estos mismos
acontecimientos que la reacción a ellos es
totalmente desproporcionada, y va mucho más allá
de los estímulos psicológicamente observables de
la vida corriente. Al mismo tiempo, los traumas
agudos de las vidas pasadas tienden a ser tan
dolorosos en la memoria del alma, que el
individuo es capaz de acudir a todos los
extremos imaginables con tal de evitar aquellas
zonas o situaciones que él sabe
inconscientemente que desatarán tales imágenes
negativas. Así, por ejemplo, parece lógico
pensar que una persona con pánico a las alturas
haya sufrido en una vida anterior una caída
mortal.
A partir de todos los casos con los que me he
tenido que enfrentar, las indicaciones muestran
que aquellas cualidades que, para bien o para
mal, tienen una menor integración con el resto
de la vida actual, no son más que residuos de
una encarnación pasada. Piensa, por ejemplo, en
todos aquellos aspectos sobre ti mismo acerca de
los cuales no te haya sido posible encontrar
respuesta. ¿Dónde encontrar esa respuesta?
La ley del karma:
El gran maestro Buda nos enseña: «Eres lo que
piensas, habiéndote convertido en lo que
pensaste». La Biblia nos dice: «No os engañéis,
nadie se burla de Dios Según sea la siembra del
hombre, así será su cosecha».
Todos los pensamientos que se tienen se imprimen
en la substancia de la materia universal, donde
se manifestarán en último término como un efecto
en el mundo físico. A veces, el efecto puede
producirse pocos momentos después del origen de
la causa, por lo que nosotros tendremos la
oportunidad de ver hasta qué punto se hallan
imbricados el pensamiento y el efecto, tal como
si arrojáramos una piedra a un lago y
observáramos las ondas producidas. Pero en otras
ocasiones los efectos se producen muchos años
después de la causa y resulta mucho más difícil
relacionar ambas cosas. Y, sin embargo, a una
estación siempre sigue otra. El verano sigue a
la primavera. El pie derecho siempre sigue al
pie izquierdo. Un hombre nunca puede ir a
ninguna parte sin venir de alguna parte.
Cada día es el resultado del día anterior, del
mismo modo que hoy es el retoño del árbol del
mañana. Cada pensamiento es el resultado del
pensamiento que le precede, del mismo modo que
cada vida es otro anillo concéntrico en el árbol
de la vida eterna. Todo lo que se tiene que
hacer en cada encarnación es encontrarse con uno
mismo, hágase lo que se haga, váyase adonde se
vaya, piénsese lo que se piense. Y toda
experiencia vital está destinada a ayudarle a
uno a refinar ese sí-mismo que evoluciona
constantemente hacia una expresión cada vez más
perfecta del alma.
El alma expande continuamente su consciencia a
través de su experiencia, hasta que finalmente
ya no tiene la menor necesidad de reencarnar en
un cuerpo físico. Antes de nacer, el alma escoge
las almas de quienes se convertirán en sus
padres. Define la religión en la que vivirá.
Selecciona el ambiente en el que nacerá y será
educado, y en último término programa en
yuxtaposición todas las experiencias de la vida
por las que tiene que pasar, incluyendo cada uno
de los callejones sin salida en los que entrará
hasta descubrir el camino que conduce a la
verdad.
A medida que los pasos dados por la vida se
hacen más y más ligeros, lo mismo sucede con el
peso kármico, Sin embargo, no se puede apresurar
este proceso de encontrarse consigo mismo,
porque si uno trata de avanzar en puntillas se
pierde el equilibrio.
El hombre no hace más que buscar el camino de
regreso a casa, y define su estado de felicidad
por la seguridad experimentada al recorrer ese
camino. Vaya donde vaya, el hombre siempre se
dirige a casa (como el Hijo Pródigo) y sus
lecciones kármicas son el mapa de ruta en el que
se señalan las detenciones, obstáculos y rodeos
que tiene que superar para llevar su alma al
estado de perfección en que volverá a ser uno
con el Espíritu Puro.
La vida bajo la ley kármica:
El gran místico Yogananda explicaba la
reencarnación y el karma con las siguientes
palabras: «La vida es como una gran cadena en el
océano de Dios. Cuando una porción de la cadena
surge de las aguas, sólo se ve esa pequeña
parte. El principio y el final permanecen
ocultos. En esta encarnación sólo estás viendo
un eslabón de la cadena de la vida, mientras el
pasado y el futuro, siendo aun invisibles,
permanecen en las profundidades de Dios, que
sólo revela sus secretos a quienes se hallan
sintonizados con él.»
Aunque la mayor parte de nosotros no poseemos
recuerdos conscientes de nuestras vidas pasadas,
no sólo estamos viviendo los efectos de todo lo
que hemos causado en aquellas vidas, sino que
son precisamente aquellas causas las que nos
hacen nacer desiguales,
No debemos confundir la creencia de que «todos
los hombres han sido creados iguales» con la de
«todos los hombres nacen iguales». Sabemos
perfectamente que un niño nacido con un defecto
invalidante no tendrá el mismo estilo de vida ni
disfrutará de las mismas oportunidades de otro
niño nacido sin defectos. Un niño nacido en un
ghetto no puede esperar tener las mismas
experiencias que otro niño nacido en el campo.
Sabemos que el concepto de que todos los hombres
son creados iguales es correcto en la medida en
la que se refiere al hombre como una entidad con
alma en su creación original, en cambio, lo que
este mismo hombre haga con dicha igualdad a
partir del momento en que empiece a moverse en
la vida, es algo que depende por completo de su
libre albedrío. Naturalmente, aquello que haga
con su voluntad determinará también los niveles
de evolución que alcanzará su alma, así cómo y
cuándo los alcanzará.
Dos individuos confrontados con los mismos
acontecimientos o circunstancias se comportarán
de modo diferente. Uno echará a correr huyendo
del acontecimiento, mientras que el otro se
enfrentará con él hasta el máximo de sus
posibilidades. El primer individuo tendrá que
volver a repetir la experiencia una y otra vez,
mientras que el segundo se hallará preparado
para avanzar hacia el aprendizaje de nuevas
lecciones. A medida que transcurre el tiempo, no
medido ya en meses y años sino en vidas enteras,
el segundo individuo irá alcanzando niveles de
evolución cada vez más elevados y con mayor
rapidez, mientras que el primero se tendrá que
enfrentar a las mismas lecciones kármicas,
básicas y elementales, durante una eternidad de
períodos de vida.
A pesar de que todos vivimos bajo la misma ley
kármica, cada uno de nosotros se encuentra en un
peldaño distinto de la escalera que conduce a la
perfección. Cada peldaño es una fase de
crecimiento diferente, pero siempre estará en
consonancia con todos los peldaños ya subidos
que nos han permitido llegar al nivel en el que
estamos ahora. Cada uno de los peldaños dejados
atrás es una encarnación pasada, y en cada vida
que vivimos nos vamos asegurando que la
estructura de la escalera que está bajo nosotros
sea firme y sólida. Es muy arriesgado subir
corriendo una escalera que temblequea; hay que
esforzarse en los peldaños inferiores para
dejarlos bien asegurados.
Martin Schulman
|